Mensaje por el Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil (2 de abril 2018)

Joel_Franz_Rosell-Homenaje_a_AndersenMensaje leído por el escritor cubano Joel Franz Rosell para los niños en el Día Internacional del Libro Infantil el 2 de abril de 2018 en el Jardín Ecológico (calle Mercaderes, Habana Vieja), durante la Fiesta Infantil en las Aulas Museos 2018 dedicada al aniversario 213 del natalicio del escritor danés Hans Christian Andersen y al aniversario 165 del natalicio del Apóstol José Martí.

La Habana, 2 de abril de 2018

Querido Hans Christian,

¿Recuerdas nuestro encuentro en el jardín de la catedral Sankt Knud hace… hace… ¿cuánto tiempo ya…? Veintiséis años… ¡Cómo pasa el tiempo!

Aquella noche solo estaba yo… o eso creí… en el jardín detrás de la catedral, cuando sonaron las campanas, indicando que eran las nueve de la noche de mi primera jornada en Odense, tu ciudad natal… ¡y ocurrió el milagro!

Hacía ya seis meses del día en que llegué a Copenhague y, antes de preguntar dónde se comía y se dormía, pregunté dónde estaba la tumba de Andersen. En mis primeros días en la ciudad a la que marchaste apenas adolescente en busca de la gloria, visité tu hermosa estatua junto al ayuntamiento, tu tumba en el cementerio de Assistens, tu última residencia en el pintoresco barrio portuario de Nyhavn, el Teatro Real donde quisiste ser bailarín, actor y cantante, y donde al fin conseguiste estrenar alguna de tus obras teatrales, antes de que fuera en los cuentos (para adultos primero y para niños después) los que te consagraran entre tus compatriotas y ante la Humanidad. Y, por supuesto, el Parque Tivolí, que tanto te gustaba y que te inspiró “El ruiseñor”, cuento que nuestro Martí escogiera para su revista La Edad de Oro.

Pero quizás la cosa más extraordinaria que me ocurrió al inicio de los tres años que pasaría en Dinamarca fue que el apartamento donde viví allí estaba en Odensegade, la calle que lleva el nombre de tu natal Odense y que está situada en el barrio de Osterbro, muy cerca de  la estatua de tu más famoso personaje, la Sirenita.

En realidad, lo nuestro venía de mucho antes, puesto que entre los primeros cuentos que leí en mi vida estaban los tuyos, primero en las versiones que hizo Herminio Almendros en su popular libro “Había una vez”, y luego en las mimadas traducciones de nuestro gran poeta Eliseo Diego. Todavía niño leí tu biografía “El cuento de mi vida”… Pero no fue hasta que llegué a Dinamarca que te conocí realmente. No solo compré y leí la cuidada edición francesa de tus Obras Completas, con todos tus cuentos y algunas de tus novelas y relatos, sino varias biografías y algún estudio.

Fue entonces, en la Copenhague de tus delirios, sufrimientos, denuedos y, al fin, triunfos, que comprendí realmente tu obra… y lo que me unía a ti: esa manera entonces novedosísima de expresar toda tu alma, con sus luces y sombras, en un “simple” cuento para niños. Fue allí en mi buhardilla de Odensegade, tras leer o releer, en magníficas traducciones al español, el francés o el inglés ¡y hasta en danés!, tus mejores cuentos… que escribí mis primeros libros verdaderamente  personales: “Los cuentos del mago y el mago del cuento” y “Aventuras de Rosa de los Vientos y Juan de los Palotes”…  en un estilo próximo al tuyo y que he llamado “fantasía comprometida con la realidad”.

Cuando la Sección de Literatura Infantil de la UNEAC me invitó a leer ante tu estatua habanera un mensaje por el Día Internacional del Libro Infantil, que se celebra cada 2 de abril, fecha de tu natalicio en 1805, acudió a mi mente y a mi corazón, pese al radiante sol y agobiante calor cubanos, el  recuerdo de aquella fresca noche de Odense, cuando las campanadas de Sankt Knud hicieron vibrar tu estatua, revelándome tu presencia –no en cuerpo, pero sí en alma, tu alma ardiente de danés universal.

Aquel día –hace exactamente 26 años– yo había había seguido tus huellas por tu casa natal, hoy maravilloso museo,  la casita minúscula y tierna donde pasaste tu humilde e inspiradora infancia y el “Paseo de los Filósofos”, en las bucólicas orillas del río. Ya de noche y a punto de dejar la ciudad, me detuve a la sombra inmensa de la catedral gótica, dispuesto a sostener una conversación mental con tu estatua… ¡Y ocurrió el milagro!

El silencio de la noche fue roto por las campanadas y tras un imperceptible temblor en el reverdecido bronce de tu efigie… ¡escuché tu voz! Tu hermosa voz: profunda, suave, seductora, tal como la describieran aquellos que tuvieron el privilegio de escucharte en lecturas públicas, conversaciones en burgueses salones y aristocráticas cortes, o cuando –en la intimidad de unos niños de tu afecto- contabas tus maravillosas historias.

Y tu voz me incitó a continuar arando la blanca tierra de los libros, avanzando por la senda que rociaste con lágrimas y estrellas, a fin de ofrecer a los más necesitados –los niños- un mundo mejor: un mundo de palabras y sueños, hecho para lavar a la realidad de sus cicatrices y donde siempre pueda germinar el amor.

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