Palabras de agradecimiento del Premio Nacional de Edición 2023

Por Enrique Pérez Díaz

Enrique Perez Diaz-Premio Edicion 2023En la tarde del domingo 18 de febrero de 2024, en el contexto de la 32 de la Feria Internacional del Libro de La Habana, el escritor, promotor cultural y editor Enrique Pérez Díaz recibió el Premio Nacional de Edición 2023.

Quiero agradecer, además del jurado que me honra con este premio —personas que admiro, quiero y respeto—, a las editoriales y portentosos editores que desde su ejercicio me adiestraron, a los autores y diseñadores de los que bebí. Gracias a ellos alimento mis vocaciones. Valoro tanto haber aprendido la sensibilidad de vibrar con la esencia de la palabra y pienso que rescatando manuscritos o autores de la ineditez, logré ejercer mi frustrada vocación de curar, pues la buena literatura es medicina que también puede salvarnos el alma de la indiferencia hacia otras criaturas.

Un editor no se forma en un día sino durante su vida entera, pues requiere tener una sensibilidad otra. Pero editar libros para la infancia es doblemente difícil, pues se le debe ser fiel a este público a veces poco valorado. La ganancia es que se descubren argumentos sorprendentes, innovadores, desprejuiciados, sin presiones extraliterarias y cuyo fin es crear buena literatura, conmover al lector, revolucionarlo, hacerlo crecer.

Es responsabilidad de un país que los niños lean los mejores textos, fuesen o no escritos para ellos, que se identifiquen con las conflictivas realidades de otros niños de su entorno o del mundo. Las personas, como dijo el maestro Onelio, siempre tienen dos hambres. Ese mismo ideal movió a Jella Lepman cuando en una Alemania devastada por el fascismo llevó una expo mundial de libros a lo que luego ella convertiría en ese lugar de ensueño que es hoy, 70 años después, la Biblioteca Internacional de la Juventud.

En septiembre del año 1931, en la inauguración de la biblioteca de su pueblo natal, en Fuente Vaqueros (Granada), en su cálido discurso Federico García Lorca defendió esta hermosa frase: «No solo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro».

Mientras estamos aquí, hay millares de niños muriendo en alguna guerra por la irresponsabilidad de los adultos; niños sin hogar, sin familia, sin futuro. Siquiera intuyen la palabra esperanza. Un buen libro podría alimentar ese noble sentimiento, hacerles saber que tras la noche siempre amanece. Mientras pocos niños viven en el derroche, otra multitud carece de lo elemental. Ya se anticipó diciéndolo en Los zapaticos de rosa ese visionario adalid de la infancia desvalida, nuestro José Martí.

Esta Feria habla de que leer es construir identidad, siguiendo el concepto de que los buenos libros, contribuyen a formar mejores personas, que se nutran de los valores de su cultura natal. Nos toca hoy en Cuba escribir, publicar y gestionar para los niños y los adolescentes libros edificantes, que llenen nuestras bibliotecas y nuestras escuelas, que den luz a nuestras familias y hagan de la lectura un ejercicio de amor, mejoramiento y superación.

Si algo me ata a esta Isla es justamente la percepción de que escribir y editar libros para niños, formar lectores desde el hogar, puede contribuir al nacimiento de esas personas imprescindibles que pidió Brecht, para cambiar nuestro mundo, donde casi todo está dicho, aunque a veces aparece un ser insólito que con su texto increíble nos permite soñar que estamos ante algo jamás contado, un suceso editorial y que cuando menos se espera, llega hasta nosotros con el noble propósito de redimirnos como especie.

Deseo recordar hoy, aquí, a la familia que me cobijó con libros y cuyas voces narraban cuentos o encarnaron personajes en las tablas o ante a las cámaras, pero sobre todo a mi maestra Makarenko Rudy Canelles Vigo, que me enseñó a leer y me abrió la puerta a este mundo.

Iba a la escuela por el amor a Rudy. De lejos se sentían las canciones del mar, cuya brisa despeinaba los cocoteros y desde una ventana podías intuir las gaviotas, algún pelícano y en un día de buena suerte hasta la silueta de un delfín plateado.

Mientras Rudy me llevaba en sus jóvenes y morenos brazos por toda la escuela, yo iba recitando estos versos de Dora Alonso que todavía llevo conmigo como un conjuro, una bandera, mi epitafio:

La cigüeña cigüeñita
sobre cien tierras voló,
tanto voló y voló
que en las alas sentía
un fuerte dolor. 

Yo pregunté a la cigüeña:
¿Cuál es la tierra mejor?
—La tierra donde se nace
—al punto me contestó.

¡Muchas gracias!

Tomado de: Enrique Pérez Díaz y la fidelidad a la edición para la infancia. Cubaliteraria. Ediciones digitales.

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