El 5 de julio

DESDE HACE MÁS DE UN CUARTO de siglo, esta fecha gloriosa representa para Venezuela un día de luto. Cuando se ha perdido la libertad, no se puede festejar el día en que se conmemora su  conquista. Para los venezolanos rememorar a los preclaros patricios que reunidos en la capilla de la Universidad de Caracas declararon la independencia de Venezuela, es recriminarse duramente. No en vano se ha derrochado la herencia de los  libertadores, y menguada ha sido su defensa. El 5 de julio, para ellos, es día de recogimiento, de examen de conciencia; en sus hogares no hay música ni canciones, sólo el Déspota ordena la  farsa de una alegría de cohetes que se pierde en la indiferencia de las noches estrelladas del trópico. Las colonias venezolanas  esparcidas en todos los pueblos del mundo simulan no recordarla;  afortunados. Ese sentimiento promete la perseverancia necesaria para finiquitar con el régimen de tiranía imperante. Nos conduce a pensar, por no existir efectos sin causas, que en sus conciencias no ha muerto el principio de responsabilidad individual, origen de la dignidad colectiva, de la libertad. Otros pueblos hay, que ríen,  bailan y cantan en sus efemérides nacionales, sin detenerse a  meditar en la oportunidad de ese contentamiento. ¿Ruina, descomposición moral? Ausencia de consistencia en sus ideales, sometimiento a intereses de unos pocos, patriotería.

Guardemos silencio y no interrumpamos en su meditación al pueblo que reserva sus alegrías para el mañana de libertad y de consciente orientación.

Venezuela Libre, Año IV, Nos. 12 y 13. Notas editoriales,
La Habana, julio y agosto de 1925.

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