La Habana en el diario de John Maxwell

En: Diario de Sir John Maxwell Tylden (1814-1815)

La Habana, comparada con el país en el que hemos estado, es un paraíso perfecto. Uno se siente de nuevo cerca de la civilización al ver una ciudad bien construida, un hermoso puerto lleno de barcos de todos los países, un campo aparentemente bien cultivado, numerosos veleros navegando en todas direcciones, los muelles llenos de gente: nativos de todos los colores, y vestidos con toda clase de indumentarias.

Por lo que hasta ahora llevo visto, La Habana es la mejor ciudad española en sus posesiones americanas. La entrada del puerto es muy hermosa (es muy estrecha, no más de 200 yardas de anchura). A la izquierda está el castillo del Morro, construido sobre roca. Tiene unos cincuenta pies de altura. Las aguas que lo rodean son tan profundas, que los barcos de guerra pueden aproximar la proa hasta la misma roca. El castillo es viejo y tiene un aire especialmente romántico. El ala derecha es baja, y está también defendida por un fuerte. Sería imposible forzar esa entrada. Poco después de atravesar la barra, el puerto se ensancha y aparece la ciudad, a mano derecha, con sus numerosas iglesias, y sus casas de balcones.

A la izquierda el terreno continúa ascendiendo. En lo alto se halla la fortaleza La Cabaña, dominando completamente la ciudad, que está construida sobre tierra baja. Una ciudad española es igual en todas partes: las calles estrechas, sucias y mal pavimentadas; las casas, con tiendas en el piso de abajo y viviendas en el de arriba; balcones para descansar, donde las mujeres pueden mejor mostrar su atractivo (porque uno siempre asocia alguna idea interesante al hecho de ver una mujer hermosa en un balcón).

La ciudad parece grande, y debe contener, incluyendo los alrededores, unos 150,000 habitantes. Al otro lado del puerto hay algunos pueblos. En conjunto tiene la forma de un pequeño anfiteatro, al irse el terreno elevando en todas las direcciones con bancales poco pronunciados. En esta época del año todo está verde y tiene buen aspecto. Gordon y yo fuimos a ver al Gobernador, Almirante Apodaca, un personaje con aspecto de mal genio…

El Gobernador parece haber estado invadido por la envidia y el recelo mayores que uno puede imaginar, desde que llegaron las tropas. A los barcos de guerra y los de transporte que las trajeron no se les permitió entrar en el puerto, y tuvieron que echar las anclas en la entrada, cerca del Morro. El Gobernador ha mostrado una extremada impaciencia por verlos marchar. Se ha portado invariablemente con modales poco gratos. Esto es muy extraño, porque estuvo en Inglaterra por algún tiempo y siempre habló muy bien del trato que allí había recibido. Quizás pensaba que intentábamos tomar La Habana por sorpresa, aunque es seguro que no podría haber supuesto que íbamos a intentarlo de una manera tan peculiar y tan abierta.

Aunque es cierto que, según están ahora las cosas, no sería difícil, porque ellos no tienen más tropas que las precisas para proteger la ciudad y el Morro. Harían falta, por lo menos, 20,000 hombres para abastecer todos los fuertes, y ellos no tienen en servicio más de 3,000. Bien defendida, La Habana sería difícil de tomar, porque se ha fortalecido mucho desde que nosotros la tomamos en el 62. Se han construido dos nuevos fuertes. El más grande y más importante, está situado en un alto, frente a la ciudad, en el mismo sitio donde nosotros instalamos nuestras baterías. Domina al Morro, y la ciudad está a su merced. No está permitido mostrarlo a los extranjeros, pero yo, de casualidad, he visto gran parte. Está extraordinariamente bien protegido y tiene almenas para 10,000 hombres. Está construido con todas sus defensas orientadas hacia el interior. Tiene forma irregular. Una torreta, separada de la construcción principal, se eleva en un promontorio, dominando la fortaleza. Pero, por el lado del puerto, aunque el corte de la roca es casi perpendicular, no sería difícil escalar el fuerte, ya que toda esa parte carece de defensa. Sin embargo, sería enormemente difícil rodearlo. El Morro domina la entrada; es una construcción antigua, irregular, y debe caer junto con la Cabaña. La obra más perfecta, e, indudablemente, la más recia, es un fuerte al otro lado de la ciudad, llamado El Príncipe.

Su situación es privilegiada, y sería muy difícil hacerse de él. Pero, tal y como ahora está, 20 hombres podrían tomarlo por sorpresa. Los fosos, como en La Cabaña, están hechos en la roca viva. Y la curva natural de la colina forma una hermosa…

La ciudad está amurallada, pero los muros están deteriorados por todas partes, y parece que nadie se ocupa en repararlos. En la actualidad, una fuerza muy reducida podría tomar La Habana. Pero si estuviesen preparados, harían falta por los menos 12 a 15,000 hombres y un apoyo masivo de artillería.

La ciudad es grande y no muy sucia. Algunas casas son muy buenas. Las calles son bastante anchas, y algunas están pavimentadas. Hay en la ciudad una ventaja, única en su género: a cualquier hora y ocasión una persona puede alquilar por un poco de dinero un coche, que aquí los llaman volantes. Van tirados por un caballo o muía, y el cochero cabalga sobre el animal. Y aunque el coche va sólo sujeto por unas tiras de cuero, resulta cómodo y conveniente. Los volantes son coches ligeros, y tienen cabida para dos o tres personas. Aunque todas las familias tienen el suyo propio, el número de volantes de alquiler que hay en la ciudad y en los suburbios debe ser de algunos centenares. El teatro es bueno, y el canto mucho mejor de lo que yo esperaba. Tienen óperas y comedias, alternativamente.

La ciudad está bien abastecida de agua, que es traída desde una distancia de 3 millas por medio de un canal. Pero la mayor parte de La Habana la constituyen los suburbios, que se extienden por la llanura en dirección al sur, por más de dos millas, y que parecen estar enormemente poblados. Varias familias españolas prefieren vivir aquí, aunque conservan una casa en el interior para presumir…

 La Habana debe ser lugar de una riqueza poco común. El puerto es seguro, grande y cómodo, y en él tiene lugar un comercio muy activo. La isla es, quizás una de las más ricas del mundo. El azúcar y el café son de buena calidad, y los cultivos son fértiles. Los ingenios son muy valiosos.

Se crian toda clase de frutas. Los cereales y las verduras abundan sobremanera. Tampoco falta el ganado. La Isla de Cuba debería ser nuestra; si no, será de los americanos…

Aunque la situación de La Habana es privilegiada para el comercio en las Indias Occidentales, tales son los obstáculos que presenta el Gobierno, que la ciudad no rinde una décima parte de lo que debiera. Solamente hay un desembarcadero, por donde se puede cargar y descargar las mercancías, que está cerca de la Aduana. Y además es muy pequeño.

Cuando llega un envío debe ser transportado a la Aduana para que los oficiales lo examinen. Después la mercancía se queda en la calle, sin ninguna protección y expuesta al pillaje. Los peligros y las inconveniencias de este descuido suelen llevar a la práctica del soborno; y así, los beneficios que podría reportar la mercancía son defraudados por los propios oficiales. Porque es muy difícil encontrar a un español que no acepte una propina. La Casa de Gobierno es muy inferior a lo que un lugar de tal magnitud exige. Ante ella hay una plaza con césped. La cruzan unos paseos de piedra. Este lugar es uno de los puntos de reunión de la ciudad. Pero el principal está cerca del Teatro. Es una terraza bastante amplia que da al puerto y que es muy frecuentada todas las tardes.

 

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