La iglesia del Santo Angel y Santa Clara vistas por Samuel Hazard en 1861

Por: Samuel Hazard
En: Cuba a pluma y lápiz

Santo Ángel es otra iglesia antigua, pequeña, situada en la esquina de las calles de Cuarteles y Compostela. Nada hay en ella que llame la atención del extranjero; pero su anticuada torre es casi lo primero que uno distingue al tener la Habana ante la vista, por estar cerca de las murallas, en la parte alta de la ciudad. Bajando por la calle de Compostela, en la esquina de O’Reilly se halla la extraña y vieja iglesia de Santa Catalina, construida en 1658, a la cual está anexo un convento de monjas, si no estoy mal informado.

La iglesia no es notable por su arquitectura, estando reducida a una gran sala, sin columnas ni arcadas y con unos pocos cuadros. Sin embargo, el coro es una pieza de caoba bellamente esculpida, los altares son muy vistosos, esmaltados de blanco y con dorados, adornados de flores de papel. En uno de ellos está la figura reclinada de la santa que da nombre a la iglesia.

En la esquina de Aguiar y Empedrado existe una muy antigua iglesia, la de San Juan de Dios, erigida en 1573; pero fuera de su antigüedad, nada tiene de notable.

San Felipe, en la esquina de las calles de Aguiar y Obrapía, es una pequeña iglesia, pero posee cierto número de altares bellamente decorados. El principal retablo es una buena pintura. Anexa a la iglesia hay una biblioteca, cuyos libros son principalmente de carácter religioso.

La iglesia de San Agustín, en la esquina que forman las calles de Amargura y Cuba, es merecedora de una visita, por ser una de las mayores, perteneciente a la orden tercera de los Franciscanos, siendo curiosa en varios aspectos. Fué edificada en 1608 y contiene altares ricamente decorados.

El retablo sobre el altar mayor es un conjunto de pinturas en marcos dorados, representando una variedad de asuntos de carácter bíblico. Tiene también algunos altorrelieves con escenas de la Crucifixión.

Los techos de muchas de estas iglesias son merecedores de atención por parte del visitante, por haber sido construidos con gran maestría y habilidad, de maderas diferentes, conteniendo algunos curiosos dibujos.

Durante la época del Carnaval se coloca en las iglesias, en lugares conspicuos, una noticia a los fieles diciéndoles que pueden divertirse y pecar por cierto tiempo y bajo ciertas restricciones. Sorprende extraordinariamente ver en las puertas de las iglesias un cartel que reza así:

«Piadosa invitación, que dirige a los fieles de esta ciudad su Excelencia, Señor Obispo Diocesano. Deseando su Ilustre Excelencia ofrecer a sus muy amados fieles la práctica espiritual de doctrinas, con la mayor abundancia posible para la salvación de sus almas, ha ordenado que haya dos misiones en esta capital durante la presente época santa. Su Excelencia Ilustrísima hace saber a todos y cada uno de sus fieles que acudan a oír la palabra de Dios en esta época santa, que les concede cuarenta días de indulgencia por cada vez que lo hagan, e igualmente, como un especial favor apostólico, una indulgencia plenaria a los que oigan cuatro sermones de dichas misiones, y confiesen y asistan al culto devotamente; todo lo cual,» etc., etc.

Ciertamente es este un proceder muy liberal por parte de su Excelencia.

La iglesia de Santa Clara es grande y espaciosa, estando situada en la esquina de las calles Sol y Cuba, sin que constituya ninguna notable peculiaridad como no sea la de que pertenece al más rico convento de monjas de la ciudad, y de que en ella, temprano por las mañanas, se congregan muchas hermosas devotas que, siguiendo la costumbre general, acuden en dicha hora a oír misa. Ninguna iglesia está provista de bancos, como es costumbre en las nuestras, colocados longitudinalmente para la acomodación, generalmente hablando, del elemento masculino de la comunidad que a veces concurre.

Las señoras usualmente van acompañadas de sus sirvientas, y éstas llevan una elegante alfombra de buen material y hermosos colores, que tienden en el suelo para que sobre ella se arrodillen sus bellas amas al hacer sus oraciones; y muchas llevan además una ligera silla de mimbres para que se sienten sus señoras en los ratos que puedan hacerlo, y a su placer miren alrededor de la iglesia para reconocer a sus amistades, sin cesar un momento de mover graciosamente los hermosos abanicos.

La iglesia de Belén, en la esquina de Luz y Compostela, ocupa casi toda la manzana. Es notable por tener la cúpula y la torre más altas de la ciudad. La iglesia propiamente dicha no es muy grande, pero toda la manzana en la que está enclavada la ocupan edificios que le pertenecen. Dicha iglesia y los hospitales anexos fueron erigidos en 1687 por el obispo Compostela, quien, al decir de los autores de aquel tiempo, fué un prelado de excepcional intelectualidad, amable y caritativo. Fundó, además, una escuela para niñas y el Seminario de San Ambrosio.

La fachada de la iglesia es curiosa por su arquitectura, hallándose algo más atrás de la línea de la calle, de la que la separa un pequeño pero exuberante jardín, en el cual pueden verse plantas tropicales y árboles propios del país. Probablemente la sola otra iglesia que pueda interesar al viajero es la “Merced“, en las calles de Cuba y Merced, de estructura muy grande e imponente, con una venerable fachada dotada de columnas, de aspecto tan vetusto, que parece como si hubiera estado expuesta a los elementos desde hace mil años. Las piedras están ennegrecidas y gastadas. Cuando la visité, estaban haciendo obras, ampliando el presbiterio, erigiendo una cúpula y hermoseando el interior, de manera que ya hoy rivalizará con la mejor iglesia de la ciudad; aun cuando por mi parte la prefería con su apariencia de vetustez. Contiene muy hermosos altares y algunas pinturas antiguas, una de ellas, muy grande, en el muro de la izquierda, cerca del presbiterio.

Me interesó extraordinariamente por ofrecer la historia milagrosa de la “Merced“, patrona de la iglesia. Esas antiguas y maravillosas leyendas religiosas siempre me recuerdan los cuentos de hadas de mi juventud, y por lo mismo las leo con interés. La narración puede que sea también grata al lector, puesto que es algo histórica y no citada en los trabajos que he leído de los biógrafos de Colón.

Es un grande y antiguo cuadro, en cuyo primer plano aparece un grupo de indios, parecidos a los incas del Perú, pero en modo alguno a los pacíficos indígenas de Cuba que las Casas nos describe.

En el centro del cuadro se ve una cruz de madera, en uno de cuyos brazos está sentada una mujer, con un infante en sus brazos; en el fondo la figura de un sacerdote, tras el cual se agrupan cierto número de soldados españoles. Por algún tiempo intenté comprender lo que aquello significaba.

Después de mucho mirar, conseguí distinguir, en una esquina inferior del cuadro, sobre un pergamino, la siguiente inscripción, en castellano antiguo, que traducido libremente, dice:

«El Almirante, D. Cristóbal Colón, y el ejército español habiéndose posesionado del “Cerro de la Vega”, un lugar en la isla Española, erigieron en él una cruz, en cuyo brazo derecha apareció sentada con su precioso hijo, la Virgen, Nuestra Señora de la Merced, la noche del 2 de mayo de 1492. Los indios que habitaban la isla, tan pronto la vieron, tendieron sus arcos y dispararon flechas en su dirección; mas los españoles, viendo que persistían, armáronse de valor y, cayendo sobre los indios, mataron un gran número de ellos; y la persona que vio primero este maravilloso prodigio fue el Venerable Padre Fray Juan,» etc., etc. (?).

Existen otras iglesias, pero nada ofrecen de particular, que yo sepa, a la curiosidad o interés del viajero; aun cuando creo que en todas las iglesias de Cuba hallará siempre el viajero protestante algo que le chocará por lo curioso o estrambótico, sean sus extremadamente decorados altares, las notablemente, adornadas imágenes de los santos, la rara apariencia de los confesionarios, parecidos algunos a anticuados sillones, la peculiar arquitectura o las aterradoras leyendas de los cepillos de los pobres; sin decir nada de los fieles ancianos, de andar vacilante y curiosa indumentaria, blancos y negros, sentados mansamente u orando, que se ven siempre en gran número en cada iglesia.

Para mí, las iglesias fueron siempre un lugar de distracción e interés, bien para ver la ceremonia o las lindas devotas, o para oír la música en las suaves horas del anochecer.

 

Esta entrada fue publicada en Conociendo La Habana y clasificada en , . Guarda el enlace permanente. Tanto los comentarios como los trackbacks están cerrados.
  • Horario de servicios

    Lunes a viernes
    de 9:15a.m. a 4:00p.m.
    Sábados
    de 9:15a.m. a 2:00p.m.
    El horario cambia de acuerdo al reajuste energético