Fábricas de tabaco y la costumbre de fumar en La Habana según Samuel Hazard

Por: Samuel Hazard
En: Cuba a pluma y lápiz

¿Qué significa La Honradez?—preguntará el curioso lector.

A esto contestaré que, ateniéndome a la definición de la palabra, significa lo que en inglés llamamos “Honesty“, pero que su especial significación, con el artículo “La“, constituye el nombre de la más curiosa e interesante fábrica de la Habana. ¿Fábrica de qué? Simplemente de cigarros de papel, tan universalmente fumados en cada país hispano.

A donde quiera que se vaya en Cuba, se encuentra el cigarro, con más frecuencia que el tabaco. En los tranvías, durante los entreactos de las funciones de ópera, en los labios de bonitas mujeres, entre plato y plato de las comidas, y aun en los portales de las iglesias, encuentra uno el delicado y fragante cigarro de papel.

Que no se imagine el viajero, por lo tanto, que ha visto la Habana si la abandona sin antes visitar el lugar donde se elabora esta peculiar institución del país, tan bien conocida como el palacio del gobernador, con el nombre de “Real e Imperial factoría de La Honradez”.

Este establecimiento ocupa una manzana  entera, de Cuba a  San Ignacio, esquina a Sol, y por su general disposición, la inteligente manera en que sus negocios se conducen y el gran espíritu emprendedor de sus propietarios, haría honor aun a los yanquis.

Entrando en el edificio por la calle de San Ignacio, se encuentra uno en las oficina y escritorios del establecimiento, dispuestos de manera genuinamente comercial, siendo recibido por un cortés conserje cuya ocupación consiste en mostrar todas las dependencias al extranjero. Se le pide a éste que estampe su nombre en un libro dedicado a tal objeto, y casi tan grande como el registro de un hotel. Después de haber recorrido la fábrica, se le suplica haga las observaciones que estime oportunas con respecto al método y peculiaridades de la casa, de acuerdo con las impresiones recibidas.

Las oficinas se comunican con las otras dependencias por medio de un telégrafo de muy simple operación, de manera que no hay pérdida de tiempo en un ir y venir para la transmisión de las órdenes.

De las oficinas se os conduce a la carpintería, donde se hacen todas las cajas, barriles, etc., en las que se envasa el material elaborado, sean cigarrillos o tabacos o picadura. El salón bajo contiene máquinas destinadas a varios objetos; la más original es quizás la prensa para estampar mareas sobre la madera, que en vez de imprimir por medio del fuego, lo hace por un ingenioso procedimiento que da una mejor impresión, sin la tosquedad e imperfección del hierro de marcar, a la vez que se logra una operación mucho más rápida.

El departamento de barriles es muy curioso. Se dobla la madera de los barriles por medio del vapor, con gran rapidez y en gran número a la vez, quedando las maderas tan bien ajustadas, que no permiten el paso de aire ni de agua.

La máquina para cortar la picadura, el fino tabaco usado para los cigarros, y la prensa hidráulica para comprimir la picadura para la exportación, en paquetes tan sólidos como la madera, son dignos de verse en operación.

En el piso segundo hay una completa imprenta y litografía, dedicadas constantemente a los trabajos de la fábrica, imprimiendo circulares, etiquetas, vistas del establecimiento, envolturas y millones de bellas, coloreadas y artísticamente dibujadas cajetillas que contienen cigarros en número de veinticinco.

En el departamento de litografía, dibujo y grabado, encontré lo que nunca vi antes en ningún otro establecimiento, y que se me aseguró es algo completamente nuevo: el proceso de dibujar en la piedra por la acción química y mecánica. El aparato se conoce con el nombre de “Maquina magneto-eléctrica“, inventada por un francés, M. E. Gaiffe, que mereció ser premiada en la Exposición Universal y en otras. Esta máquina, cuyo principal agente es la electricidad, es la primera que prácticamente se ha puesto en uso en esta clase de industria, desde los días en que Franklyn descubrió la electricidad. Se basa en el principio de la interrupción de las corrientes por una tinta aisladora de que está compuesta el dibujo de la matriz. Por una moción circular, a la vez de la superficie que ha de ser grabada y del grabador, y con el auxilio de un magneto eléctrico con una punta de diamante se obtiene un dibujo completo y perfecto, sin necesidad de ningún trabajo humano.

La especial ventaja de la máquina está en que, en lo sucesivo, el dibujante estará en condiciones de grabar sus trabajos sin necesidad de recurrir al auxilio de un grabador o litógrafo, quienes, a menudo, al copiar el original, no pueden reproducir el estilo peculiar del artista; en tanto que con esta invención, una vez hecho el dibujo por el artista, la máquina, con el fluido eléctrico, actúa en lugar de su mano, aun cuando el trabajo es hecho por él.

El número de modelos de cajetillas para los cigarros es extraordinario, de dos a tres mil, muchos de ellos con hermosos dibujos. Pero el departamento más interesante para mí, fué aquel en que se hacen los cigarros, trabajo ejecutado por chinos. Cada operario tiene una pequeña tabla, en la cual llena, dobla, cuenta y hace paquetes de cigarrillos; y es maravilloso verla facilidad y rapidez que adquiere después de una larga práctica en la elaboración.

Observé los movimientos de uno cuyo trabajo consistía en poner veinticinco cigarros en cada cajetilla, tal como luego se expende y al parecer lo hacía sin contarlos, y con todo, por el simple tacto de sus dedos podía decir si había uno o dos más o menos, con sorprendente exactitud. El conserje me informó que nunca o muy raramente se equivocan.

Es curioso ver esos asiáticos, con sus trajes azules parecidos a los de los presidiarios, algunos con las cabezas completamente rapadas, otros con sus trenzas enroscadas hacia arriba, en tanto que los menos cuidadosos, dejan que les crezca e! pelo que ofrece el aspecto de un gran cepillo negro.

Todos, sin embargo, tienen una apariencia de escrupulosa limpieza en sus cuerpos e indumentaria, en cumplimiento a las reglas del establecimiento. Los dormitorios que ocupan son un modelo de limpieza y buen orden. Cada operario dispone de un catre, con sábanas y almohadas de nítida apariencia; y todo cuanto contienen las habitaciones se exige que tenga la mayor limpieza posible.

En estos dormitorios pueden verse los más curiosos objetos de la vida y costumbres chinas: instrumentos musicales de varias clases, tableros para juegos (a los que son muy aficionados), etc. A todos los trabajadores se les exige lleven una gorra especial, con el nombre de la factoría sobre una cinta. Todo el establecimiento está sujeto a cierto grado de precisión y sistema militar verdaderamente notable. Para los chinos, que son operarios contratados por los propietarios, rige un sistema de castigos en forma de multas, siendo las más severas las que se aplican a los fumadores de opio, pues alcanza la respetable suma de diez y siete pesos porcada infracción, y a los que juegan por interés, en cuyo caso se les confisca todo su capital. El importe de las multas se invierte en billetes de lotería, que de salir premiados se dedica la suma en beneficio de los operarios chinos en general.

Hay un sereno, cuya única ocupación consiste en visitar cada hora, durante la noche, todos los departamentos del establecimiento; y para tener la seguridad de que cumple su cometido, existe un reloj, que se comunica por telégrafo con todos los departamentos, y al entrar en éstos, el sereno debe tocar un botón conectado con dicho reloj, en el que se registra la llamada. Hay también un curioso aparato para apagar incendios, al que se da el nombre de el aniquilador. Consiste en una máquina sencilla, con un receptáculo herméticamente cerrado, de capacidad variable, lleno de agua saturada de ácido carbónico, cargada hasta el máximo, de una pipa a la que está unida un tubo elástico de goma, y en el fondo una llave perfectamente ajustada. La alta presión del agua hace que se descargué automáticamente en el momento que se da vuelta a la llave, con tal fuerza, que extingue el fuego tanto por su proyección como por sus esenciales cualidades de agua y gas.

Se estima que la producción diaria, por término medio, es de 2,532,000 cigarrillos, que se exportan a todas las partes del mundo, en condiciones de satisfacer los gustos de toda clase de fumadores, ya que el papel usado es de diversas clases: de arroz o café, pectoral, perfumado, de maíz, etc.

El departamento de recepción y examen es el más interesante. Allí, una vez elaborados los cigarros, se colocan en grandes y redondos paquetes, siendo examinados, marcados y colocados en barriles o apilados en grandes cantidades, en espera de que se disponga luego de ellos para atender las constantes y crecientes demandas.

Los operarios empleados en la fábrica para hacer estos aparentemente pequeños objetos llamados cigarros, no son los únicos, pues además hay unos quinientos soldados de la guarnición de la Habana, que en sus ratos de ocio recurren a la elaboración de cigarrillos para obtener una adición a su escasa paga. Por otra parte, casi cada portero de cada casa dedica sus largas horas de holgar en los zaguanes a idéntica elaboración de cigarros, para adquirir un poco más dinero.

 También elabora dicha casa tabacos y su rapé, a lo que creo, tiene gran reputación; pero en cuanto a este último, no doy voto de calidad, pues debería responder con un “No” a la siguiente poética cuestión formulada por un tomador de rapé.

No he numerado ni la mitad de las atracciones de este lugar que deben ser vistas para apreciarlas.

En la actualidad, nadie que visite la Habana deja de ir a “La Honradez“, propiedad de los señores Susini y Hermanos, que son caballeros muy afables, corteses y afortunados en su empresa. Tengo entendido que está señalado un día dado para que visite el establecimiento el público en general; pero los extranjeros son siempre bien recibidos y cortésmente se les permite recorrer la fábrica, mereciendo especialmente las señoras la mayor atención por parte de los galantes propietarios.

Al finalizar la visita se os pide escribáis en el registro vuestra opinión respecto al establecimiento, en la parte opuesta a donde habéis antes estampado el nombre; y os veis agradablemente sorprendido cuando os ofrecen un paquete de cigarrillos, con una artística envoltura sobre la cual se ha impreso vuestro nombre, “como recuerdo” de los pi’opietarios, paquete e impresión que se hicieron durante vuestra visita. Este es uno de los pocos lugares que se considera ofensivo el ofrecer una dádiva al guía.

El libro en el que los visitantes estampan sus nombres, haría la delicia de cualquier coleccionador de autógrafos que lograra poseerlo, pues en él constan no sólo las firmas, sino las opiniones de algunas de las más altas personalidades de todas las partes del mundo, distinguidas en la guerra, arte, literatura y ciencia. Algunos son casi divertidos en el tenor de sus impresiones, manifestando los franceses y españoles una gran “pomposidad” de expresión, en tanto que las personas de nuestra nacionalidad se muestran llanos y prácticos. La impresión formulada por el Honorable W. H. Seward, que fué nuestro Secretario de Estado, cuando visitó el establecimiento hace algunos años, es feliz en su práctico vuelo de fantasía, y reza así:

Estoy profundamente impresionado por la afortunada manera en que el propietario ha combinado la producción de las Antillas con la invención americana, el talento europeo y la industria asiática”.

 Son altamente divertidos los intentos de un novicio al querer liar y fumar un cigarrillo. Prepararlo y envolverlo es casi un arte, y los más hábiles en practicarlo son las señoritas, con sus delicadas manos, aun cuando todos los cubanos son expertos en él. En beneficio de los no iniciados, damos el siguiente método para liar un cigarro. Los lados largos del papel se vuelven hacia atrás, teniendo cuidado de extender bien los extremos antes de hacerlo; para envolver firmemente y bien, los pulgares y los índices deben estar en la posición que aparece en el grabado. En seguida, con una ligera presión sobre el rollo con los pulgares, en dirección a los índices, que permanecen quietos, el cigarro queda firmemente liado, y apretando algo en el centro y doblando el papel en los extremos perfectamente firme y en disposición de fumarse, llevándose a los labios de una manera delicada con el pulgar y el índice solamente. Es casi risible ver lo mucho que uno tarda en adquirir destreza para liar un cigarro, y muchos por mi parte he desperdiciado antes de poder fumar uno.

Los cubanos, tanto hombres como mujeres, son muy graciosos en sus movimientos al liar un cigarro y podéis deducir si se trata de una persona bien educada por la manera como maneja su cigarro, del mismo modo que lo deducís por el modo como se quita los guantes. Los más elegantes usan lo que se llama unas tenacitas, hechas de plata u oro y de muy gracioso dibujo y forma; un extremo con pequeñas agarraderas que aprisionan el cigarro y el otro con un anillo que se coloca en el dedo.

Es útil a la vez que ornamental, pues con ellas evitáis manchar los dedos o estropear los guantes, lo que en estos días de “Bajous” a dos pesos es cosa seria.

No es mi deseo sugestionar a mis lectoras cuando digo que la mayoría de las señoras cubanas, sino en su totalidad, fuman cigarrillos. Unas lo hacen frecuentemente, otras un

poquito; y es casi una obligación, si viajáis con señoras en un vagón de ferrocarril, presentarles vuestra cajilla de cigarrillos, en la seguridad de que las de más edad aceptarán el ofrecimiento con un cortés:

Gracias, señor.

En nuestro país, y en ocasión de grandes comidas, algunos, afectando imitar costumbres cubanas, resultan realmente divertidos. Me refiero a la moda de fumar cigarrillos entre plato y plato; moda que estoy seguro sólo puede tener su origen en el cerebro de un comilón de club, que nunca visitó a Cuba.

Es costumbre en Cuba servir, junto con el queso y la jalea (que se comen a la vez), los cigarros, e inmediatamente el café, que finaliza la comida, encendiéndose entonces aquéllos; pero en ningún tiempo ni lugar, durante mi estancia allí, he visto que nadie fumara al terminar un plato y en espera del otro.

La fábrica antes citada es la única acreedora a una visita particular; pero hay en la Habana otros grandes establecimientos dedicados a la manufactura de diversos artículos que se venden en las tiendas, a la vez que están bien representadas las diferentes ramas de los oficios mecánicos. Carpinteros y toneleros encuentran siempre abundante trabajo en los grandes talleres dedicados a la construcción de cajas y toneles para envasar el azúcar.

Por otra parte, la edificación es continua. Es una extensa industria la dedicada a la construcción de carruajes, aunque se limita principalmente a la de volantas, quitrines y victorias necesarias al propio mercado. Muchos de los mejores y soberbios carruajes y carriolas que se ven han sido fabricados en los Estados Unidos. Los quitrines y volantas no son baratos, costando cada uno quinientos pesos o más, durando, en servicio regular, de ocho a diez años. Los que se usan para alquilar, de inferior calidad, sólo cuestan dos o trescientos pesos, y no duran más de dos a cuatro años.

En esta ciudad, donde tanto se admira la ostentación en los carruajes, resulta una industria provechosa la de la fabricación de arneses. He pasado largas horas examinando algunos de los lujosos arreos puestos a la venta. Son sorprendentemente ricos en puntadas, hebillas de plata y cascabeles, y hay monturas de una gran fantasía.

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