La pescadería vista por Samuel Hazard

Por: Samuel Hazard
En: Cuba a pluma y lápiz

Paseando por el mercado se ven toda clase de guajiros y negros, muchos de estos últimos trayendo a la ciudad una pequeña cantidad de cañas de azúcar, que el público compra y come con fruición.

Luego, pasando frente a las tiendas que circundan el mercado, se tiene ocasión de ver artículos y cosas asaz extrañas, una animada multitud de compradores y vendedores de toda clase de mercancías, de curiosidades y antigüedades; y a menudo se oirá, dominando la general baraúnda y bullicio, los altos tonos nasales del vendedor de billetes de lotería, gritando los números de los que lleva.

[singlepic id=206 w=300h=300 float=left]De aquí nos dirigiremos al mercado de pescados, o sea la Pescadería, como le llaman, para ver otra cosa de Cuba. Está situado al otro lado de la ciudad, a la vera de la bahía, llegándose a él siguiendo directamente por la calle de Mercaderes, que pone en comunicación ambos mercados, estando la Pescadería en la parte opuesta, en la calle de Empedrado.

Ocupa un buen edificio de cantería, con la parte baja abierta del lado de la calle, sostenido por arcadas sobre columnas, que dan al lugar la apariencia de una galería. En el interior, como estructuras permanentes, en lugar de tablas hay como una especie de mostradores de piedra, con azulejos en su parte superior, sobre los cuales se exponen los pescados para la venta, recién extraídos del mar. Los hay de una gran variedad, muchos semejantes a los nuestros, tales como el lenguado, róbalo y uno parecido al blue fish.

Todo el pescado de este litoral es gratamente comestible, con algunas pocas excepciones, tales como el pez espada, gato, piona y otros que tienen la peculiaridad de intoxicar a quien los come.

De todas las varias especies (y se asegura que hay más de cien conocidas), las mejores son el pargo y la rabirrubia, escaseando algo, excepto en la época de los vientos nortes en invierno, durante la cual se venden a razón de veinte centavos la libra. El tiburón, pequeño y grande, que abunda en estas aguas, también se vende, y de él se extrae un aceite. Es muy fiero, y muchos accidentes se cuentan al año de personas que se aventuran a bañarse en algunas de las bahías frecuentadas por tan temibles peces, que atacan a los nadadores y les arrancan un brazo o pierna, si no les devoran por entero.

Los pequeños, llamados cazones, se acostumbra comerlos. No todo el pescado procede de estas costas. Los abastecedores al por mayor tienen embarcaciones que se dedican a la pesca en las costas de Yucatán, Florida y Tortugas. Sin embargo, la mayor parte de la pesca se efectúa en el litoral de las inmediaciones de la Habana y particularmente frente a la bahía; y si el viajero quiere gozar del deporte pesquero, cualquier botero de los estacionados en la Punta le proporcionará los medios de satisfacer su deseo.

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