Los hoteles de La Habana según Samuel Hazard en 1868

Por: Samuel Hazard
En: Cuba a pluma y lápiz

Café ¿solo o con leche? Es lo primero que oye uno por la mañana en un hotel español,  cuando el camarero asoma su cabeza tras la puerta formulando la pregunta; y como, para hacer uso de la vulgar expresión, “pagáis para obtener lo que deseáis“, inmediatamente decidís, si es que deseáis probar los métodos cubanos, tomar el café mañanero con leche. La costumbre en Cuba es, inmediatamente al levantarse, tomar sólo una taza de café o chocolate con una tostada o bizcocho, que satisface el apetito hasta la hora del almuerzo, a las nueve, diez u once; y la experiencia me ha enseñado que café con leche en un estómago vacío es preferible al café solo (o cafe noir), que es mejor como digestivo después de las comidas.

Café La dominica por Samuel Hazard

Café La dominica por Samuel Hazard

Igualmente se usan las frutas por la mañana al levantarse, y resultan agradables al paladar. Estimo, sin embargo, que es preferible seguir la costumbre cubana de empezar el almuerzo comiendo frutas.

Como el mismo aforismo es aplicable a todos los hoteles, el viajero apreciará por sí mismo sus relativos méritos; y para auxiliarle, dedico este capítulo a los de la Habana, los cuales he visitado en distintas épocas, y los que no, lo han hecho amigos sobre cuyos juicios puedo fiar para formarme una “idea”.

La Habana, con ser una ciudad de casi doscientos mil habitantes, con abundancia de visitantes en ciertas épocas del año, no puede enorgullecerse de tener un hotel de primera clase, tal como nosotros lo entendemos, si bien cuenta con varios en los cuales el viajero, si no es extremadamente exigente, puede estar de manera tolerablemente confortable.

No se nos alcanza la razón de esto, pero los hechos son así; y aun cuando hay excelentes restaurantes propiedad de españoles o franceses, es lo cierto que sólo conozco un hotel que sea algo más que mediano.

La ciudad es grande, llegan constantemente visitantes de otras partes de la Isla, y en invierno la invaden bandadas de viajeros que vienen de fuera; y sin embargo, si discutís el asunto con un cubano, levantará los hombros y os contestará:

—No pagaría.

hotel_santa_isabel_por_samuel_hazardLos hoteles que algo valen se deben a la iniciativa de americanos, y algunos han mostrado gran habilidad en convertir edificios no destinados a semejantes propósitos, en hoteles tolerablemente confortables. Por algún tiempo no hubo quien intentara establecer un hotel sobre el plan americano; pero gracias al espíritu de empresa del Coronel Lay, un muy agradable y cortés caballero, de Nueva Orleans, se abrió el Hotel Santa Isabel, con comidas y habitaciones, hasta donde las circunstancias lo permiten, al estilo americano.

Poco después, habiendo conseguido el que fue palacio del Conde Santovenia, lo transformó en un verdadero hotel estilo americano, de primera clase.

En algunos aspectos es el mejor hotel de la ciudad, pues sus habitaciones son grandes y aireadas, teniendo el edificio su frente en la Plaza de Armas, donde una banda toca todas las noches. Para las señoras tiene la gran ventaja de verse atendidas por personas de su sexo; pues por extraño que pueda parecer, en Cuba no hay camareras. El lenguaje que se usa es el inglés; cada cual puede estar seguro de satisfacer sus gustos en cuanto a la comida, y la situación del hotel es muy conveniente, estando cerca del Consulado Americano y a dos pasos de la bahía, pudiéndose contemplar la vida y el bullicio de este gran puerto. Para mi gusto, está demasiado abajo en la vieja ciudad, o sea la contenida “intramuros”.

El edificio ocupado por este hotel nos ofrece una de las peculiaridades de la vida habanera; pues cuando lo ocupaban el Conde de Santovenia y su familia, las habitaciones altas, donde residían, estaban amuebladas y decoradas de la más elegante manera, y en cambio la planta baja se usaba como almacén, muy fragante de pescados y aceite.

En la parte nueva de la ciudad, conocida por “extramuros” de cuando todavía se conservaban todas las murallas, existe probablemente el mejor hotel cubano de la Isla. Se conoce por “Hotel Telégrafo”, y fué especialmente edificado para tal. Es el más hermosamente situado en la parte mejor de la ciudad, ocupando el lado opuesto al lugar donde se celebran las paradas militares, conocido por “Campo de Marte”, en la calle de Amistad, cerca del Paseo, de los mejores cafés y del Teatro de Tacón.

En él se hablan todos los idiomas, y tiene además la ventaja de disponer de baños, y uno puede tomar sus comidas a plaisir.

hotel_inglaterra_por_samuel_hazardEl “Hotel y Restaurant Inglaterra”, en la calle del Prado, es igualmente excelente, en particular para los caballeros, pues en él pueden tomar por separado su habitación y comer en el restaurante a la carie. Está deliciosamente situado en el Paseo, cerca del Teatro de Tacón y frente al Parque Isabel, donde la banda toca cada noche, siendo probablemente aquel lugar el más animado de la Habana.

Desde sus balcones se pueden obtener bellas vistas de la entrada de la bahía y del Prado en toda su extensión. No he de olvidar nunca el espectáculo que desde allí contemplé en noches de luna.

El “Hotel de Europa”, en la plaza de San Francisco, bajo el régimen de Mrs. Almy fué tan favorablemente conocido como cualquier otro de la Habana; pero en la actualidad está en manos cubanas.

Para mí, siempre tuvo la apariencia de una gran casa de huéspedes, y como carecía de ciertas necesarias comodidades y estaba situado en la parte antigua, cerca de la bahía, jamás me vi tentado de permanecer en él largo tiempo, ni aun con el estímulo de disfrutar de la mejor compañía.

Para los que gusten de la quietud y del silencio, ofrece algunas ventajas. La experiencia me ha mostrado que en cualquiera de los citados hoteles se hallará bien el viajero americano; en cuanto a mí, acuciado siempre por una gran curiosidad, prefiero ir en busca de los peculiares e interesantes hoteles de los nativos.

Cuantos tengan que pasar una larga temporada en la Habana, pueden vivir confortablemente en alguna gran casa de huéspedes, en su mayoría propiedad de señoras americanas. Las pensiones son moderadas, las comidas a horas regulares y el ambiente más semejante al del hogar. Entre estas casas citaremos las de Mrs. Almy y Mrs. Tregent, ambas buenas, en las que se pagan de 34 a 50 pesos al mes por habitación y dos comidas al día. En ios mejores hoteles los precios van de tres a cinco pesos por día, incluyendo o no vinos, que en este clima son casi innecesarios. En los restaurantes nativos y franceses se sirve siempre vin ordinaire o vino catalán, como parte del almuerzo o la comida.

Existen varios hoteles de inferior clase que sólo cobran dos pesos por día; pero no habiendo residido en ellos, no estoy en condiciones de hablar acerca de sus méritos.

El medio más confortable—y ciertamente el más independiente para un hombre solo que desee estar algunas semanas en la Habana—es alquilar un cuarto amueblado, comiendo en uno de los numerosos cafés. Haciéndolo así, se vive mucho mejor, más económicamente, se dispone de una habitación en la que no se ve molestado por los otros huéspedes, y puede ir y venir a su antojo.

Se obtienen habitaciones amuebladas en casas de familia, y además en los siguientes lugares, por unos treinta pesos al mes: Hotel St. Louis, cerca del Hotel de Inglaterra, en el Paseo del Prado, excelente; Águila de Oro, casa española, con restaurante anexo, donde sirven muy buenos almuerzos, hablándose sólo español, situado en la esquina de las calles de San Ignacio y Obispo.

Si el viajero apetece quietud y comodidad, en un lugar precioso y aireado, desde el que se contempla el océano, el Morro y la entrada de la bahía, le recomiendo una casa tranquila y decente, propiedad de un suramericano, pero atendida por una señora alemana, que habla un poco de inglés, y desde luego el alemán. Se halla a una cuadra del Paseo de Isabel, en la calle Ancha del Norte, número 78, y se conoce con el nombre de “Hotel San Felipe”. Permanecí allí varias semanas muy agradables, deseoso de gozar de los baños de mar, que se hallan al lado de la casa, teniendo la conveniencia de poder salir de la habitación, a primeras horas de la mañana, en zapatillas, en deshahitté, y hacer una refrescante y vigorizadora zambullida en el venerable océano.

En todos los lugares de esta clase conviene de antemano estipular que deben servirnos el café con leche por la mañana, facilitaros el usual servicio y las suficientes toallas y ropa limpia de cama, pues de lo contrario podréis hallar deficiencias en tal sentido.

El mejor café o restaurante para las personas que utilicen dichos lugares, es el “Restaurant Francais”, dirigido por un francés, Francois Garcon, sito en la calle Cuba, número 72, entre Obispo y Obrapía, en el centro de la ciudad. Lo frecuentan los jóvenes comerciantes extranjeros, quienes forman allí como un club.

La cuisine y la mesa son inmejorables, a estilo francés; y en ningún otro lugar de la Isla de Cuba he hallado precios más razonables. Resultan sólo algo altos si tomáis comidas separadas; pero podéis hacer un arreglo, abonando no más de quince pesos por semana, o cincuenta y uno por mes, incluyendo el vin ordinaire, o el clarete francés.

Si uno desea mejores vinos, puede obtenerlos a precios razonables. El sistema es a la carie. Lo mismo puede hacerse, a un precio algo menor, en el restaurante del Hotel Inglaterra, pero la cocina y el servicio no son tan buenos como en el establecimiento de “Francois”.

En la calle de San Rafael, casi al lado opuesto del Teatro Tacón, hay varios excelentes restaurantes, la mayor parte a estilo español. “Las Tullerías”, en la esquina de Consulado y San Rafael, es más francés que español, pudiéndose obtener en él muy delicados petit diners, a precios razonables.

En los altos tiene un salón para señoras, y es el único decente, exceptuando el de “Francois”, al que pueden concurrir las damas.

La “Noble Habana” tiene fama por sus camarones y particularmente por las ensaladas hechas con los mismos.

El “Crystal Palace” es también un buen lugar, y desparramados por la ciudad hay otros de apariencia tentadora, pero como hacen uso del aceite español y de algún ajo en la cocina, no se lo recomendamos al viajero.

Que el buen Dios, ¡oh, lector!, te proteja de las indigestiones que en mi curiosidad y deseos de obtener información he experimentado en algunos de los lugares citados; y aseguro al que me lea que no se sentirá pesaroso en ninguno de los lugares citados si, convertido en viajero, se ve alguna vez tentado de visitar la Habana.

Mas si el viajero al abrir la puerta de la habitación ve “los cielos encima”, o esperando que le lleven al cuarto que le destinan, oye que el empleado del hotel dice “en la azotea“, no deberá alarmarse, porque a veces las habitaciones mejores están en la azotea, llamada también en la Habana terraza; y es por cierto un placentero lugar adonde ir a sentarse durante la noche, fumando un cigarro, gozando de la brisa marina y del ambiente embalsamado.

Allí, en las más calurosas noches, familias enteras pasan las horas, y a menudo gozan oyendo el rasgueo de una guitarra o los cantos que provienen de una azotea vecina.

Mi habitación en San Felipe se abría sobre una galería que conducía a una azotea, desde la cual se divisaba el mar, a la derecha, el Castillo del Morro, con su flameante luz, y más lejos, hacia el oeste, la misteriosa línea de la costa que, como envuelta en sombras, contrastaba con el mar iluminado por la luna. ¡Ah, qué hermosura! ¡No he de olvidar fácilmente aquellas mágicas noches!

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