Por el promotor de lectura Adrián Guerra Pensado
El diario personal de Ana es lindo y muestra su corazón abierto.
El 4 de agosto de 1944 los nazis descubrieron en la parte posterior de una casa ubicada en Prisengracht 263 el escondite que ocho judíos emplearon desde el verano de 1942 para huir de los horrores de los campos de concentración. La adolescente Ana Frank era una de esas personas, y falleció en 1945 a los 15 años en el campo de concentración Bergen-Belsen.
De las ocho personas escondidas en la casa de Prisengracht sólo sobrevivió Otto Frank, el padre de Ana, quien luego hizo públicos los escritos de su hija, mundialmente conocidos como El diario de Ana Frank que después de su publicación en 1947 ha sido traducido a más de 30 lenguas.
Después del triunfo de Hitler y los nazis en Alemania, el padre de Ana, Otto, mudó su familia a Amsterdam (Holanda) y cuando los invasores llegaron y la familia escuchó que tenían planes para poner a todos los judíos en campos de concentración, decidieron resguardarse en un antiguo almacén de Otto. Unos amigos alemanes les llevaban poquitos de alimentos de contrabando. Aquel escondite desde hace muchos años es el Museo Ana Frank.
Ana anotaba todos los sucesos de cada día de una manera jovial. A pesar de todo ella escribió: “todavía creo que la gente en realidad tiene bondad en su corazón”. Como se trata de una autobiografía, podemos apreciar los cambios emocionales, su carácter que se va construyendo a medida que pasa el tiempo y su aspiración de convertirse en escritora algún día. Lamentablemente lo logró pero no pudo disfrutarlo. Han pasado 80 años. En su honor y para odiar al nazismo, muchas generaciones han apreciado su diario que constituye parte de la historia que no debemos olvidar para que nunca se repita. Ana murió enferma de fiebre tifoidea. Su sonrisa, sin embargo, representa para la eternidad la valentía y la lucidez de una adolescente en situaciones extremas, parecidas a las que viven día a día millones de niños en el mundo a causa de las guerras, los desplazamientos, los trabajos forzados.