Palacio de los Capitanes Generales. El edificio más importante de la historia de Cuba.

Por Roger Ricardo Luis

Desde la dominación colonial hasta el presente, ha tenido un papel preponderante en la vida de los cubanos.

Palacio de los Capitanes GeneralesLos pasos de los capitanes generales españoles de la Isla parecen escucharse por los pasillos como eco de la historia, aun cuando reine el trino de los pájaros sobre el silencio o una brisa fresca, con olor a mar, mueva el follaje verde de enredaderas y árboles del gran patio interior, deleitándonos con una sinfonía breve, suave, apagada, que muere entre las piedras austeras y húmedas de las altas paredes del palacio.

En sus salones, se advierte el camino de una nación a cada momento de su andar ascendente en el tiempo; late entre el olor a caña de azúcar, el sudor de los negros esclavos, el trepidar de caballos y el cruce de armas, la sangre derramada por la independencia.

Entre muebles, alfombras, cuadros y pesadas cortinas de terciopelo se advierten las sombras danzantes de damas bien vestidas y perfumadas, el toque de violines y piano. En una soledad inaudita yace el trono para el Rey que nunca llegó para ocuparlo; en las mesas de mármol labrado aún queda el sesgo de tintas que apestan a presidio, muerte, traición, donde alguna vez se habló español castizo y también inglés, y hubo genuflexiones y puertas cerradas para no oír lo que se gritaba desde la calle.
Nadie queda indiferente ante la austera fachada de piedra de cantería, arcos, columnas y ventanales del Palacio de los Capitanes Generales, sede del Museo de la Ciudad, en el centro histórico de La Habana Vieja. Allí arquitectura e historia logran, como en pocos lugares, una célebre simbiosis.

Construcción y usos lejanos

El inmueble fue erigido en el terreno que ocupara la Iglesia Parroquial Mayor de La Habana, en uno de los costados de la Plaza de Armas. Su edificación se inició en 1776 por el gobernador y capitán general Felipe Fongs de Viela quien la encargó al coronel de ingenieros Antonio Fernández Trebejos y Zaldívar, un arquitecto habanero cuya fama quedó coronada con este inmueble de acento barroco.

Patio interior del palacioEn el proyecto original se concebía como sede de la capitanía general, del cabildo y la cárcel; sin embargo, cuando estaba a punto de terminarse, el entonces capitán general, Miguel de Tacón, consideró inadecuada esa mezcolanza de funciones y mandó a desalojar a los presos, para quienes se edificó otro inmueble.
Hasta 1898 albergó al máximo representante del gobierno colonial español en la Isla. Fue sede del poder interventor norteamericano en Cuba entre 1899 a 1902. Desde el 20 de mayo de ese año y hasta 1920, Palacio Presidencial de la naciente República. En sus salones tuvieron lugar la ceremonia del cese del traspaso de la dominación española e inicio de la intervención militar yanqui, tras arrebatar la independencia alcanzada por los patriotas cubanos en el campo de batalla durante casi 40 años, y la instauración de la República a la medida de los intereses de Washington.

Muestra de la historia de Cuba

Desde 1968, el Palacio de los Capitanes Generales de La Habana pasó a ser el Museo de la Ciudad.
Al traspasar el gran portón de madera de la entrada principal, el visitante recibe el aliento húmedo, fresco, perfumado de un gran patio central de cuyos balcones cuelgan plantas trepadoras de un verde luminoso como grandes cortinas naturales. Hacia el centro, una estatua de Cristóbal Colón (instalada allí desde 1862), escoltada por dos palmas reales. Aquí es costumbre brindar recitales y tertulias.
Una de las salas de la planta baja está dedicada al arte religioso con piezas originales de diferentes iglesias y órdenes. En las antiguas cocheras hay una exposición permanente de carruajes. Está también una maqueta que reproduce un central azucarero y su poblado o batey.
Las artes y oficios, el arte funerario, entre otras expresiones artísticas de época conforman el entrepiso. La segunda planta del edificio está consagrada a la historia y entre sus espacios más relevantes está el dedicado a la lucha por la independencia con una riqueza patrimonial extraordinaria que incluye armas, documentos y óleos de los principales jefes militares mambises; está también, el salón de las banderas dedicado a mostrar verdaderas reliquias del pabellón nacional enarbolados en momentos devenidos hitos en la vida de la nación.
Aquí está también el águila, representativa de la dominación norteamericana en Cuba, y que estuvo sobre las columnas del monumento dedicada al Maine, crucero de la armada yanqui, cuya autovoladura fue pretexto empleado para la intervención militar de Estados Unidos en la Isla, en 1898.
Uno de los salones que más llama la atención es la Sala del Trono, una regla de estricto cumplimiento en las colonias. Aquí estuvieron los reyes de España Juan Carlos y Sofía, en noviembre de 1997, cuando visitaron La Habana, en ocasión de la VII Cumbre Iberoamericana. Fue la primera vez que los soberanos españoles llegaban a Cuba. En esta oportunidad, Su Majestad, el Rey, declinó, respetuoso, ocupar el asiento y sí se tomó una foto de constancia de su visita frente al entarimado destinado a la Casa Real Española desde tiempos de la colonia.

Tras abandonar el Palacio de los Capitanes Generales y andar por los adoquines de madera que cubren la calle hasta alcanzar el bullicio de la Plaza de Armas, suele el visitante detenerse y volver la vista atrás y decirse con satisfacción que ha recorrido el edificio más importante de la historia de Cuba.

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