Carta a su esposa (24 marz. 1931)

Sujum, 24 de marzo de 1931.

Amada Cheluskita:

Ayer recibí tu carta fecha 19 de febrero terminada el 20 (en la que me acompañaste la letra de Aquellos ojos verdes). Ha demorado pues un mes en llegar a mí (febrero tuvo veintiocho días sólo).

Esa carta, que enviaste por la dirección de Molosofo, fue puesta al  correo en Nueva York el 26 de febrero. Ahora bien, junto con ella recibí una de David, fecha 26 de febrero (correo de La Habana),  que por tanto sólo tardó veintitrés días en llegar: la vía directa es la más rápida. Yo ahora estoy condenado a escribirte también vía Nueva York, aunque sé que eso demora la correspondencia,  porque no tengo otra dirección directa aparte de la de Amargura, ya que las que conozco de Natica y de M. del C. no me atrevo a comprometerlas, suponiendo tú las usas para otros contactos. En esta carta tuya me acusas recibo de una mía fecha 26 de enero,  una carta que según me dices escribí aprisa «como si me  estuvieran halando la leva». Acaso la escribí aprisa para alcanzar el correo, o porque había escrito antes otras cartas: no recuerdo bien; pero sí recuerdo que en esos días estuve mal, con una agudización, que fue pasajera, de la cual ya te hablé. Recuerdo que la escribí en la cama, en una postura incómoda: acaso a eso fue debida su brevedad.

Yo no te escribo muy largo principalmente —más que por falta de  máquina—, por la necesidad de no abultar exageradamente las  cartas, sobre todo cuando uso la vía Nueva York, en cuyo caso siempre pongo dos sobres (salvo mi última), que era muy larga y la mandé a Helene sin sobre interior. Me dices que no te hablo bastante de los compañeros de aquí, creo que sí, que te he hablado de lo más importante; mi intimidad no ha sido muy grande porque los compañeros varían; yo he tenido —ya te lo he dicho— mi  colega mensual en el cuarto.

¿Cómo no hablas de ti en mis cartas? ¿En quién pienso mucho? ¿Con quién sueño mucho? ¿A quién amo mucho? ¡Qué cosa tan curiosa! En mi última carta te digo que no creo hayas dejado de ser la niña ñoña de algunas veces, y ayer recibo esta carta tuya en que me dices: «No creas que por todas mis ocupaciones oficiales he dejado de ser la niña de antes», y me hablas de algunas fantasías. No creas: algunas veces he recibido esas fantásticas visitas nocturnas; me ha parecido tenerte a mi lado, muy cerca, entre mis brazos, contra mi pecho… ¡Es tan bueno soñar contigo!

En esta carta, de sopetón, y como si ya me hubieras hablado del  asunto, me dices: «¿Me iré al fin a Moscú, en abril o mayo?» y me recomiendas comience las gestiones para tu viaje. Yo no tengo el propósito —ya lo sabes— de quedarme en Moscú. Esto en primer  lugar. Ahora bien, si me quedara, claro es que se te permitirá venir, sólo, Chela mía, que no es posible asegurar que puedas venir para estar aquí sólo hasta septiembre. Si en la I.C. deciden que yo me quede —contra mi opinión—, yo no puedo saber hasta cuándo durará esta estancia : puede ser hasta septiembre, puede ser hasta mucho después. Yo quisiera —en todo sentido— que tú vinieras, es decir, por mí y por ti. Siempre para ti constituiría un descanso el viaje y hasta la permanencia aquí, aparte del hecho de venir a la patria, en donde hay tanto que ver y donde tanto se aprende.

Pero si tú te decides a venir debes estar dispuesta a estar aquí más tiempo del que ahora crees, por si acaso esto es preciso. Yo imagino que el clima aquí te sería más soportable que en Nueva York por la posibilidad de proveerte de buena ropa de abrigo.  Ahora bien: todo esto está supeditado a que yo me quede o no en Moscú. El Chico tiene esa opinión: yo tengo otra: y al cabo el Partido de Cuba y la S.L.A. del Com,36 decidirán en último  extremo. Yo no se que harán conmigo. ¿Cómo hacer gestiones ya para tu viaje, como tú me indicas, si yo no deseo quedarme en Moscú y sostendré allí mi propósito de marcharme? Yo  quedaré sólo en el caso de que el Partido me lo ordene o lo resuelva así la Sección Latinoamericana. Si el Partido —-no sólo el Chico— decide eso, inmediatamente yo comenzaré las gestiones para tu viaje. Personalmente, ¡cuan agradable me sería vivir y trabajar aquí un tiempo contigo! ¡Es casi un sueño!… Si tú supieras, la extraña sensación que produce el no estar perseguido, el ver al  ejército como nuestro ejército, a la policía como nuestra policía, a la prensa como nuestra prensa…! Y cuando pensamos en los compañeros, en los hermanos queridos que están allá lejos bajo el régimen del crimen y la barbarie del capitalismo agonizante, cuan amargo resulta ese hermoso contraste entre lo nuestro y lo que […]57

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