La gran casa de Cerro y Santa Teresa (I)

Por: Luis Bay Sevilla
En: Diario de la Marina (28 febrero 1946). Viejas costumbres del pasado

En la Calzada del Cerro esquina a la de Santa Teresa, existe una gran casona colonial que es, indudablemente, una residencia que puede figurar entre las mejores que existen en aquella barriada, debiéndose su construcción a una de las hijas del marqués de Almendares, doña María Teresa Herrera de Melgares,

que, atraída por el grupo de nobles familias cubanas que habían construido grandes residencias veraniegas en esa barriada, decidió levantar la suya, encomendando la ejecución de la obra al arquitecto Antonio Benítez Uthón, graduado en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de Madrid, quien era, además, y en hierro civil de la Universidad de Madrid.

Este profesional había llegado a La Habana en el año 1855, procedente de Cádiz, su ciudad natal, solicitado por el coronel de Caballería don Antonio Parejo, que estaba casado con la noble dama cubana doña Susana Benítez, que eran propietarios del ingenio “Santísima Trinidad“, ubicado cerca de Sagua la Grande, para que realizara el estudio y construcción del tramo de via férrea de Lajas a Cruces.

Por esa misma época, la “Sociedad Fomento de Marianao” se esforzaba por obtener del Gobierno colonial la autorización para construir un tramo de via férrea que uniera La Habana con el entonces naciente pueblo de Marianao, y al efecto, se construyó una empresa de la que era presidente don Salvador Samá, marqués de Marianao, y vice don Ignacio Herrera, marqués de Almendares, facilitando el primero los recursos económicos para el inicio de los trabajos, hasta quedar debidamente formalizada la negociación que se gestionaba con una compañía inglesa, que fue la que aportó el dinero que se necesitaba para la obra.
Estos trabajos se comenzaron en el año 1857, encomendándose el estudio y dirección de los mismos a un ingeniero de nacionalidad norteamericana, especialmente se hizo venir con tal propósito, quien decidió el trazado de la vía por el lado derecho del camino, ejecutando los trabajos hasta llevar la vía al límite de la Calzada Real, entre los pueblos de Ciénaga y Puentes Grandes, pero al darse entonces cuenta del error que había cometido, ya que hubiera resultado más fácil y económico hacer el trazado por el lado contrario, en un momento de ofuscación, o acaso sintiéndose humillado en su condición de profesional, puso fin a su existencia como un pistoletazo en la sien derecha.

Al ocurrir este desgraciado suceso se encomendó la dirección de los trabajos, por haber insistentemente recomendado el coronel Parejo, al ingeniero Benítez Uthón, a quien además, se le pidió el estudio y trazado del tramo del via de Mordazo a Marianao, cuyas obras las terminó en el año 1863 en la forma que existe actualmente.

Anotaremos, como dato interesante, ya que en parte desvirtúa la arraigada creencia de que el hombre asiático es incapaz de realizar trabajos recios, que fueron en su mayoría chinos quienes trabajaron a las órdenes del ingeniero Benítez para la realización de estos trabajos, estando situados los barracones donde se les daba albergue en una finca de su propiedad situada en la zona peor conocemos con el nombre de “Reparto Benítez“, donde, entre otras residencias, se construyó el Colegio de Belén, famoso plantel educacional que dirigen los Padres Jesuitas y que por su magnífica distribución no sólo es un orgullo para Cuba, sino para la América entera.

El arquitecto Benítez construyó para el marqués de Almendares, en el año 1864, la gran quinta de recreo “Villa Almendares“, sombreada de frondosos laureles, al final de la calle Terán, en el pueblo de Marianao. Esta gran residencia campestre fue inaugurada con una gran fiesta el día 31 julio del propio año, fecha del onomástico del Marqués, de cuya fiesta disfrutaron las más exclusivas familias de la nobleza cubana, sirviéndose a la concurrencia una gran comida. A ella asistió, como invitado, el poeta Camprodón, famoso bardo de la época por sus felices improvisaciones, que era asiduo concurrente a las tertulias del Marqués, y quien falleció al día siguiente a consecuencia, según se comentó entonces, del exceso de manjares y bebidas que ingirió durante la fiesta.

En el año 1882, sufrió Cuba una gran crisis azucarera, ha extremo tal, que el marqués de Almendares se vio obligado a hipotecar esta gran residencia, que perdió más tarde, al no poder liquidar la deuda. En el año 1896, siendo alcalde de Marianao el comandante Manuel Zugasti, adquirió aquel Ayuntamiento la propiedad de este inmueble, que arrendó, meses después, a una industria de tabacos, realizándose entonces en la casa diversas obras de adaptación que desnaturalizaron completamente el aspecto de gran residencia que la caracterizaba.
En el año 1933 esa manufactura de tabacos se trasladó para la capital, dejando la casa en lamentable estado de suciedad y ruina, disponiendo el que era entonces alcalde de facto de aquel término, señor Pedro Varela, la ejecución de diversos trabajos para hacer de nuevo habitable la casa, instalando en ella la creche que existe allí en la actualidad.

El arquitecto Benítez construyó también por los años 1868 al 70 el edificio donde hoy existe el Hotel América, situado en Industria y Barcelona, alquilandolo al marquista de tabacos don Jaime Partagás por la suma de mil doscientos pesos mensuales más un millar de tabacos de cien pesos el millar, siendo, por consiguiente, el primer edificio construido en Cuba especialmente fabricado para establecer una industria de tabacos. En los terrenos donde se levantó la casa existía, en aquella fecha, la antigua trapería de Hamel, que al dejar aquel lugar se trasladó para San Lázaro y Espada.

También construyó el arquitecto Benítez el edificio de Compostela y Luz, fue la casa solariega del Marqués de Almendares, perteneciendo después al señor Juan Pedro Roig, que la vivió en compañía de su esposa doña Concha Baró y de su hijo Juan Pedro, que casó dos veces, la primera, con doña Rosa Blanca Varona, y en segundas nupcias con doña Catalina Lasa.

Juan Pedro tuvo como hijos durante su primer matrimonio a Juan, que reside actualmente en París, y a Nina, que casó en primeras nupcias con el capitán del Ejército francés M. Jacques de Guiroye, muerto gloriosamente en el año 1915 al frente de sus tropas, luchando contra los alemanes. En segundas nupcias casó Nina con Pierre Bouvet, uno de los más inteligentes aficionados a la música que existen en Francia.

Tuvo como hija durante su matrimonio con Jacques, a Jeannine de Guiroye y Pedro, se casó en París con el marqués de Selve. Años después de quedar viuda, contrajo segundas nupcias con el doctor Héctor de Ayala y Saaverio, ministro de Cuba en Francia.

Esta casa pertenece en la actualidad a la familia de don Frasco del Valle.
Igualmente construyó Benítez para el Marqués de Du-Quesne el gran edificio de Habana y Jesús María. Fue obra suya también la gran casa que construyera para don Pedro Armenteros en la calle de San Rafael cerca de Galiano, donde hoy se encuentra instalada la sastrería “La Emperatriz“. Levantó otra gran residencia en el Tulipán para don Narciso Deulofeo, en cuya casa residió don Francisco Zayas, hermano del Doctor Alfredo, en compañía de su esposa doña Elisa Ayala.

El arquitecto Benítez construyó para él, en la Calzada de Puentes Grandes 129, próximo al paradero de La Ceiba, en un terreno que media 3,580 varas cuadradas, una gran residencia que era un lujoso palacete, dotado del mayor confort, viviendo y ella hasta el año 1868, que decidió un viaje a su país natal en busca de un bien ganado descanso. Hizo entonces la señora María Luisa Calvo de Armenteros, marquesa de Casa Calvo, que Benítez le alquilara la casa durante la temporada de verano de ese año, ofreciéndole 45 onzas en oro mensuales o sean $765.00, rehusando Benítez la proposición, pero sabedora la Condesa de la influencia que sobre él ejercía el marqués de Almendares, acudió a este, logrando al cabo lo que deseaba.

El arquitecto Benítez embarcó entonces para España, conociendo al llegar a Sevilla a la señorita Salud Guzmán y Fernández de la Puente, joven de extraordinaria belleza, ligada por lazos de sangre a la mejor sociedad sevillana, pues tenía descendencia directa de los condes de Teba y de Puerto Hermoso, y era prima del abogado español don Francisco de los Santos Guzmán, que estaba casado con la encantadora dama cubana Conchita O-Farrill, y prima también del intendente militar don Joaquín Gil del Real. Al contraer ellos matrimonio iniciaron un viaje de novios que duró año y medio, visitando en ese tiempo las principales ciudades europeas y algunas del continente asiático. Al regresar a Cuba se instalaron en su casa de Puentes Grandes, residiendo en ella largos años en compañía de sus hijos, que fueron los siguientes: Salud, que casó con el ingeniero don Miguel Palmer; Concepción, que es la viuda de don Eloy Bellini, y Dolores y Calixta, que permanecen solteras, siendo a esta la última a quien debemos algunos de los antecedentes que se relacionan con su padre.

Como a otras tantas familias cubanas, la fortuna, tantos años favorable, mostróse adversa con la familia Benítez, viéndose obligada por una fuerte baja del azúcar, a vender esa gran casa a los dirigentes de la Fábrica de Cerveza La Tropical, que la dividió en tres departamentos completos, destinando uno de ellos para el administrador de esa industria, otro para el químico de la fábrica, y el tercero para el jefe del departamento de máquinas. En el gran jardín de esta casa se construyeron veinte locales pequeños para alojamiento de un grupo de empleados subalternos.

Hemos hablado del arquitecto que construyó esta casona de la Calzada del Cerro y Santa Teresa, donde hoy está instalado el Sanatorio “La Milagrosa” de la Asociación de Católicas Cubanas. El próximo jueves nos referiremos al edificio, relatando también una serie de interesantes antecedentes que se relacionan con las familias del Conde de Fernandina y de los marqueses de Almendares y de la Real Campiña, que ocuparon en distintas épocas esta gran casa del Cerro.

 

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