Brevísima historia del castillo y torre de El Morro de La Habana

Por: Emilio Roig de Leuchsenring
En: Centenario del fanal del Morro de La Habana 1845-Julio 24-1945

Se da, así, a la celebración de aquella efemérides el mismo sentido progresista que tan trascendente acontecimiento tuvo para los habaneros y el 24 de julio de 1845, ya que en ese día se implantó aquí el más moderno sistema entonces conocido para el alumbrado de los faros, y hoy en prueba de nuestra identificación con todo un siglo de descubrimientos y progresos, se inaugura su electrificación, última palabra en cuanto a iluminación, de la ciencia contemporánea.

Desde tiempo inmemorial se aprovechaba la excelente situación de las alturas de El Morro para establecer vigías que anunciaran la presencia de naves enemigas, y con mucha mayor eficacia que en La Punta, puesto que, desde allí, no sólo se alcanza a ver una zona de mar más dilatada, sino que se domina toda la costa por el naciente, al otro lado de la loma de la Cabaña.

Esta costumbre antigua está confirmada en el acta de la sesión del cabildo habanero celebrada el 30 de abril de 1551, al acordarse que desde el día siguiente, l 9 de mayo, se pusieran velas en El Morro “según se acostumbra… por haber nuevas de franceses“.

En 15 de abril de 1583 se dispone colocar en El Morro “dos pasamuros e quatro bersos” (cañones), además de los vigías acordados, pero procurando que uno de éstos sea hábil para disparar la artillería, así como levantar en El Morro una casilla de teja “para reparo de los hombres que allí estuvieren”. Es la primera vez que en la historia de La Habana se habla de fortificar el sitio que ocupa actualmente el castillo de El Morro.

En 1563, el 2 de diciembre, consta que el Gobernador Mazariegos ha hecho construir ya en El Morro una torre de cal y canto, de seis estadios y medio de alto y muy blanca. Está el capitel de la torre a 15 estadios sobre el nivel del mar y sirve de atalaya, contra corsarios, puesto que se alcanza a ver hasta ocho leguas. Se gastaron en esta torre 200 pesos, y para pagarlos se estableció un derecho de anclaje sobre los buques que visitaran nuestro puerto, según documento conservado en el Archivo de Indias, utilizado por la historiadora Irene A. Wright.

La más interesante descripción de la primitiva fortaleza y castillo de El Morro, tal como se encontraba antes de que fuera destruido en parte por los ingleses al tomar La Habana, es la que hace el más antiguo de los historiadores cubanos, José Martín Félix de Arrate, en 1761, un año antes, precisamente, de aquel extraordinario acontecimiento.

Sobre un peñasco —dice— que combate embravecido el mar, por su elevación dominando el puerto, la ciudad y las playas circunvecinas de barlovento a sotavento, está situada la gran fortaleza de los Tres Reyes, célebre en ambos orbes, en una punta que, de la parte de oriente, sale a la misma boca o entrada de la bahía y cae al Nornoroeste, levantándose 35 a 40 varas de la superficie del mar, que a veces, furioso, suele asaltar tanta altura”.

En el sitio en que se levanta existía una peña en cuya cima, al decir de Pezuela, “formaron los habitantes un casucho desde el cual vigilaban los movimientos de los buques que se descubrían. Llamaban aquel puesto La Vigía“.

La fortificación de El Morro tiene la forma de un polígono irregular, porque va siguiendo la superficie de la roca y se compone de tres baluartes unidos por cortinas y un cuartel acasamatado.

La fortaleza contaba, dentro de sus murallas y fosos, con dos grandes aljibes que se consideraban suficientes para abastecer la guarnición por largo que fuera el sitio que se le pusiera, una iglesia, casas del comandante, capellán y oficiales, tres cuarteles para la tropa, oficinas, calabozos y bóveda.

En cuanto a piezas de defensa, tenía varios cañones gruesos mirando al mar, otros de menos calibre a la boca y fondo del puerto, y una batería de media luna con doce cañones que se conocían con el nombre de Los Doce Apóstoles. A 500 varas del Castillo se formó otra, denominada La Pastora, con igual número de piezas.

El primer alcaide del castillo fué Alonso Sánchez de Toro, según vimos en la inscripción citada, y el puesto llevaba aparejadas grandes preeminencias, y, entre ellas, la más importante era la de sustituir en el gobierno militar de la Isla al Capitán General, en caso de muerte de éste.

Durante más de un siglo, la fortaleza de El Morro llenó cumplidamente los fines de defensa del puerto y ciudad de La Habana rechazando sus cañones, repetidas veces, los asaltos de escuadras holandesas, francesas e inglesas, entre estas últimas, la de los Almirantes Hossier, Vernon y Knowles.

No pudo resistir, en cambio, el ataque, iniciado el 6 de junio de 1762 por el ejército y escuadra británicos al mando, respectivamente, del Conde de Albemarle y de Sir George Pocock. Tomada la altura de la Cabaña el día 11 y fortificada por los ingleses dicha eminencia, se abrió fuego en la mañana del primero de julio contra El Morro.

Antes y después de la toma de La Habana por los ingleses la luz del faro de El Morro, según el historiador Pezuela, se alimentaba con leña.

A partir del año 1795 el Real Consulado y la Intendencia trataron de mejorar tan primitivo alumbrado, no teniendo éxito las gestiones realizadas, hasta que en 1816, se trató de utilizar el gas, producto del chapapote existente en la Isla, lo mismo en la farola de El Morro que en la ciudad.

Las actas capitulares nos descubren el desarrollo de estas tentativas. En acta de 6 de diciembre de este año, el prior y cónsules del Real Consulado participan al Cabildo que tienen dispuesto que “el lunes próximo”, se verifique el ensayo de la luz de gas inflamable propuesta por el químico americano don Gabriel Prendergast y hagan las observaciones que juzguen convenientes. Las pruebas y negociaciones se extienden hasta el 22 de enero de 1819, en que el Ayuntamiento, teniendo en cuenta el mal resultado de las experiencias hechas y la desconfianza del público, acuerda rechazar el invento de Prendergast por carecer de suficientes conocimientos en la materia. Y la farola instalada a aquel efecto, prestó servicio, pero alimentada con aceite.

Surgen nuevas proposiciones para el alumbrado de la ciudad, de Pedro Veaudug y Tomás Adams, hasta que en 1820, en el acta de la sesión del cabildo de 27 de septiembre, aparece que ya entonces —aunque Pezuela da la fecha de 1824— la farola de El Morro tenía un nuevo fanal instalado por el brigadier de la armada don Honorato Bouyon, pues el señor Ruiz llama la atención al Ayuntamiento sobre el excelente resultado que da la farola de El Morro bajo la dirección del Sr. Bouyon, a quien la Junta del Consulado había encargado la mejora de la farola, y propone tratar con él para la aplicación del mismo sistema al alumbrado de la ciudad. Este acepta, pero nada se resuelve en definitiva durante los años inmediatos, mientras que El Morro sigue alumbrándose con el fanal de Bouyon.

El mal estado en que se encontraba el antiguo faro decidió a la Junta de Fomento a adquirir uno nuevo del sistema de Fresnel, comisionándose para ello a los conciliarios don José María Cagigal y don Nicolás Galcerán, que hicieron traer de París uno de los fanales de Mr. Henry Lepaute, “altamente admirado en la exposición pública“, y que había sido examinado por el mismo Mr. Fresnel.

Aunque, al decir de Pezuela, en 1840 se proyectó y llevó a cabo en 1843, elevar la torre de El Morro a otros 25 pies sobre la altura que ya tenía, presupuestándose el costo de la obra en 15,618 pesos, esta obra se consideró defectuosa para que en lo alto fuese colocado el nuevo fanal Fresnel y —continúan refiriendo las Memorias de la Sociedad Económica—, en vista de ésto la Real Junta demandó del Gobierno la construcción por el Real Cuerpo de Ingenieros de una torre de mayores dimensiones.

Aprobado el proyecto, se dispuso celebrar públicamente la bendición y colocación de la piedra fundamental de tan importante obra, escogiéndose para ello el día 8, según oficio impreso del Excmo. Sr. Presidente de la Real Junta de Fomento de Agricultura y Comercio, de fecha primero de diciembre de 1844; que fué leído en el cabildo de 6 de dicho mes, solemnizando así “los días de la Reina Nuestra Señora Isabel Segunda, prometiéndose a que tenga el lucimiento debido con la asistencia de este Excmo. Ayuntamiento, quien acordó quedar en su inteligencia”.

En el Faro Industrial de la Habana de 9 de diciembre de ese año aparece el programa de los actos acordados por la Real Junta de Fomento en su sesión de 28 de noviembre. Se rogaba al capitán general, Leopoldo O’Donnell “admita el nombramiento de padrino de la torre“, y al Sr. Arzobispo “se sirva oficiar el acto de la bendición con los eclesiásticos que tenga a bien elegir“. Junto a la torre en construcción se colocaría un altar, una mesa con recado de escribir y una tienda de campaña para reunión de los invitados.

No se celebró acto oficial alguno para festejar la inauguración del nuevo fanal de El Morro, sino que tal acontecimiento se incluyó, como un número más, entre los varios espectáculos preparados para solemnizar les días de S. M. la Reina madre doña María Cristina de Borbón, según aparece en la nota informativa inserta en el número de 24 de julio, ya citado, del Faro Industrial de La Habana. Y se le dio secundaria importancia, pues aparece mencionada en primer lugar, “la apertura de la hermosa calle de la Reina, después de concluidos los importantes trabajos de su reforma“, señalada para tal fecha por el capitán general O’Donnell, “que tantas pruebas de amor tiene dadas a SS. MM.”

La empresa del Gran Teatro de Tacón estrenó esa noche “la tan célebre como deseada comedia de magia, titulada La Estrella de Oro“. En Guanabacoa, ofreció baile gratis el empresario del Recreo de las Gracias. Y en el teatro provisional del pueblo de Arroyo Arenas se pusieron en escena el drama Enrique, Conde de San Gerardo y la pieza El Mundo Acaba en San Juan, aprovechándose la regia festividad para recaudar fondos con destino a la escuela de instrucción primaria.

¿Cómo fué recibido por el pueblo de La Habana el nuevo alumbrado del que califica el Faro Industrial de “aparato lenticular de primer orden, de Fresnel, mejorado últimamente por Enrique Lepante con eclipses y luz alternada de medio en medio minuto“?

La Junta de Fomento, en la minuciosa descripción de la torre y el fanal, dada a la publicidad por el Secretario de la misma, Antonio María de Escovedo, en diciembre 9 del año anterior, se había cuidado de precisar cuáles eran las finalidades del nuevo faro en lo que se refería, exclusivamente, al mejor servicio de la navegación:

Estando iluminado el faro presentará constantemente una luz fija, alternada uniformemente con grandes resplandores que harán no se confundan fácilmente con luz alguna.”

La intensidad de la luz fija equivaldrá a la que darían quinientos y cincuenta mecheros de los de las lámparas ordinarias de Cárcel que consumen cada uno tres onzas y cuatro adarmes de aceite por hora. Esta luz podrá distinguirse cómodamente a la distancia de seis a siete leguas marinas de 20 al grado.”

La noche de la inauguración del nuevo fanal el público colmó el litoral de la entrada del puerto, especialmente los muelles, la Cortina de Valdés, y “todos los puntos que tienen vista al Morro“, según relata el Faro Industrial del día 26. Y agrega: “Todos aguardaban con impaciencia la iluminación del nuevo faro, y cuando vieron destacarse de entre las sombras de la noche aquella hermosa luz, ora vivísima y enrojecida, ora pálida y vacilante, quedaron agradablemente sorprendidos. ¡Cuántos aplausos recibieron antenoche, así la Real Junta de Fomento como el hábil constructor de nuestro faro!”

Pero las Memorias de la Sociedad Económica de Amigos del País, varias veces mencionadas, nos descubren que algunos habaneros esperaban que el nuevo faro de El Morro sirviese no sólo para orientar a los navegantes, sino también como alumbrado de la ciudad y de todas aquellas zonas hasta donde alcanzase su radio de iluminación, así como también nos dan a conocer que no quedó definitivamente instalado desde el primer día, sino que fué necesario ir perfeccionando el mecanismo hasta dejarlo en perfecto funcionamiento.

La tarea del maquinista no fué fácil ni rápida, aunque siempre satisfactoria, pues el día 12 de agosto dice el Faro Industrial “Aunque no se haya del todo concluido el aparato de la nueva farola del Morro, según nos han dicho, por haber enfermado el maquinista, hace algunas noches que despide una luz vivísima y resplandeciente. Antenoche, a pesar de la claridad de la luna, era brillantísima la luz“.

El faro continuó alumbrándose con aceite hasta que el año 1928, utilizándose el mismo aparato de Fresnel, que aún existe, se dispuso el empleo del gas acetileno, sustituido desde el día de hoy por la electricidad iniciándose así la electrificación de todos los faros de la República, según resolución adoptada por el Gobierno del Dr. Ramón Grau San Martín.

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