La Punta y el mercado de Tacón visto por Samuel Hazard en 1861

Por: Samuel Hazard
En: Cuba a pluma y lápiz

En nuestro paseo, aprovechando que la brisa es grata y el mar está algo encrespado,  pasaremos por la Puerta de la Punta, contemplando cómo las olas baten sobre las rocas de manera violenta y hermosa, desparramando la espuma en el aire. Siempre se goza de este espectáculo después de un “norte”, y es uno de los más atractivos que se pueden ver desde este lugar.

[singlepic id=207 w=300h=250 float=left]El océano, en su estado de furia, es bien distinto de cuando se muestra en calmosa y plácida apariencia; y aquí, precisamente fuera de la puerta, es una especie de caleta con playa guijosa, se encuentra siempre por las mañanas un animado grupo, formado a veces por hasta una docena de cocheros negros, cubiertos con sólo unos cortos pantalones, conduciendo cada uno dos o tres caballos. Montado en uno de ellos se introducen con los demás en el agua salada para darles un baño que les es muy beneficioso.

Es un espectáculo alegre, cuando el mar está alborotado, ver a aquellos negros riendo, gritando y cantando, gozando de su baño montados a caballo, batiendo sobre ellos las olas y los caballos braceando para resistir los golpes con sus cuartos traseros en las olas.

[singlepic id=203 w=300h=250 float=left]La extraña construcción que veis al fondo es la antigua Batería de la Punta, y el nuevo edificio de un extremo es parte de un cobertizo del cuerpo de artillería; y los objetos de hierro en forma circular esparramados sobre la playa son anticuadas pailas usadas en la fabricación de azúcar.

Dirijámonos por fin a la Plaza del Vapor, que es un mercado similar al de Cristina, y conocido más generalmente con el nombre de Mercado de Tacón. Está situado en la esquina de las calles de Galiano y Reina, a las que se da el nombre de calzadas y que por su anchura tienen aspecto de avenidas. Este mercado tiene mejor apariencia que los otros, estando algo elevado sobre el nivel de las calles, y tiene dos pisos altos, con buenos establecimientos en sus cuatro lados, bajo los pórticos exteriores, hallándose el mercado propiamente dicho en el patio interior.

[singlepic id=204 w=300h=250 float=left]Aquí tenemos ocasión de ver a nuestras anchas los tipos especiales de las clases bajas de Cuba, tanto de la ciudad como del campo. Tenemos, por ejemplo, el malojero, que viene de un lugar algo lejano simplemente a traer el montón de maloja que le es dable transportar sobre el lomo de su caballo. La maloja es la planta de maíz de una clase inferior, que se cultiva con tan poco trabajo, que estos campesinos haraganes prefieren dejarla crecer en sus campos en lugar de preocuparse plantando frutos que requieren mayor cultivo y atención.

El guajiro, o pequeño terrateniente del campo, también hay ocasión de verlo aquí, con su variado surtido de productos que lleva al mercado en busca de comprador.

Hay gran profusión de frutos, pero la vista de los carretones con sus nada incitantes cargamentos de carnes, no provocan ciertamente el apetito.

Nos muestran los cuartos de res suspendidos moviéndose de un lado a otro, o apilados en estos pequeños carretones que los conducen desde los mataderos situados en las afueras de la ciudad, por no permitirse la matanza dentro de ella.

Los establecimientos, y de hecho todo el mercado, presenta la misma apariencia general de los otros; y visto uno, se ven todos, quizás con esta peculiaridad: que siempre se observa una gran variedad de personas de color, que a veces se manifiestan de manera muy grotesca.

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